COSTUMBRES Y TRADICIONES

 

 

 

CORRER LOS GALLOS ANIMAS BENDITAS LAS CANDELAS LOS DISCÍPULOS LOS QUINCALLEROS
PINTAR BIGOTES LA RONDA LANZAR LA BARRA EL CARBONEO LA FERIA DEL REMOLINO

PEREGRINACIÓN A GUADALUPE

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CORRER LOS GALLOS

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ANIMAS BENDITAS

 

La Cofradía de las ánimas Benditas se conoce desde el año 1.619, pero el petitorio por las ánimas del Purgatorio data de 1.828, en el que el Obispo Prior ordenó sacar la campanilla de la iglesia todos los días postulando para la redención de las ánimas del Purgatorio.

Al principio fueron muchas y muy variadas las postulaciones por las ánimas pero en los últimos años en que se mantuvo esta costumbre lo hacían sólo dos señoras vestidas de negro, con las enaguas por la cabeza de las que sólo podía verse la nariz y los ojos. Este petitorio se hacía por las promesas que algunas señoras ofrecían a las ánimas si intercedían en algún asunto de su interés.

El dinero recaudado era para misas en beneficio de aquellos difuntos cuya ánima pudiese vagar por el Purgatorio, para ayudarles a expiar sus pecados y conducirles al Cielo. La señora hablaba con el cura, le exponía las razones de su promesa y solicitaba permiso para pedir las ánimas por el pueblo con la campanilla de la iglesia.

Si el sacerdote estaba conforme con el asunto le daba fecha y prestaba la campanilla, confiando en que lo recaudado se destinase para la misa.

En las noches oscuras llevaban además un farol. Sonando la campanilla daban toda la vuelta al pueblo. Las personas que tenían la voluntad de dar alguna limosna llamaban desde su postigo con tanto miedo como respeto: Sacaban sólo la mano y sin mirar a las ánimas - no debía romperse el anonimato de las penitentes -, por el postigo les daban alguna moneda. En aquel tiempo las calles del pueblo estaban muy oscuras por la noche y había quien se aterrorizaba al encontrarse con las ánimas benditas. Cuando los niños olían las ánimas no se movían de la lumbre y del lado de los mayores y los mayores si tenían que andar por la casa lo hacían con el candil y no a obscuras como lo hacían en otras ocasiones, tal era el temor que el espectáculo producía.

Al llegar a cada puerta, se decía: «Ánimas benditas. ¿Se canta o se reza?» Y los inquilinos elegían. Normalmente pedían que se cantase, pero si en la casa había habido una muerte reciente y guardaban aún el luto prescrito, entonces solicitaban que recen un padrenuestro y réquiem.
Algunos de sus cantos eran los siguientes:

Esta noche celebra la Iglesia
del Verbo Divino la natividad,
y también lo celebran las almas
que salen de pena para descansar.
Venid y escuchad.
Apliquemos todos el oído
y oigamos los gritos
que las almas dan.
Supliquemos con humildes rezos
y escuche los ruegos la Divinidad,
que las almas de nuestros hermanos
alcancen el gozo de la eternidad.
Pedid e implorad,
por si alguno se encuentra penando
salga del tormento
en la Navidad.
Celebremos gozosas las fiestas
tengamos presente esta gran verdad
que el Mesías nacido en Belén
logró redimirnos de nuestra maldad.
Y en su navidad
por la gracia del Verbo Divino
las almas que penan
gozan libertad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LAS CANDELAS       

 

 

Fiesta religiosa en la que una Madrina, hacia una promesa en acción de gracias por algún favor recibido. La Madrina acompañada por el Padrino (solía ser el marido), salían en procesión desde la Ermita de Santa Ana hasta la Iglesia Parroquial.
La Madrina portaba dos cestos, en uno llevaba una pareja de palomos y en el otro una docena de rosquillas grandes.
Después del ofertorio de la misa la Madrina invitaba a todos a dulces mangas, rosquillas etc.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LOS DISCÍPULOS           

 

En las iglesias se ostentan las pompas sagradas. Los caballeros de las diversas Ordenes asisten a las ceremonias. La indumentaria resucita por instante épocas enterradas. Mas ayer se cumplió con una antigua usanza en la mansión real que, con toda verdad, más que ninguna otra manifestación, ha podido llevar los espíritus hacia atrás, en lo dilatado del tiempo. Me refiero al acto de lavar los pies a los pobres y reunirles a las mesa, la reina de España. Esta costumbre arranca de siglos; instituyóla Fernando III de Castilla en 1242.

Esto decía Rubén Dario en la Semana Santa del 31 de Marzo de 1898

Mucho mas cercano a nosotros, nos describe esta antiquísima tradición Ángel Álvarez.

En nuestro Pueblo es una tradición muy antigua (yo la conocí de siempre), fui monaguillo primero y sacristán después, hasta los 13 ó 14 años y me acuerdo perfectamente de ello.

Antiguamente se reunían el día de Jueves Santo por la mañana en casa de
Tio Tomas Jarillo, a tomar el aguardiente y algún dulce, y a medida que faltaba alguno se iban sucediendo a través de los hijos o familiares. Los nombres de los Discípulos antiguos que yo conocí, son.

TOMAS JARILLO
BLAS ORGAZ
ESTEBAN LÓPEZ
JUAN ANTONIO DEL OLMO
PABLO JARILLO
VALERO SANTOS
MANUEL RUIZ
JUAN ROMERA
ANDRES JARILLO
FRANCISCO SOTO
PEDRO GARCÍA
FLORENCIO LÓPEZ
JUAN ALVAREZ

A través de los años, la gente fue emigrando (o desapareciendo) hacia las grandes ciudades y esto se fue perdiendo un poco. Los sacerdotes que venían al Pueblo recurrían a los niños para hacer el lavatorio de los pies el día de Jueves Santo, pero con el paso del tiempo en el pueblo también los niños fueron a menos, por lo que D. Pedro (sacerdote anterior al actual) al encontrarse sin gente para los actos religiosos de la Semana Santa, nos planteó el tema y, entre unos cuantos, nos pusimos a reclutar gente costándonos juntar 12 personas.

Hoy afortunadamente hay gente en reserva, y lo bueno es que hay gente de todas las edades, jóvenes y menos jóvenes, y así, estamos funcionando desde el año 1.995.

Todos acordamos unos compromisos para seguir la tradición, como son:

-Asistir al lavatorio de los pies en Jueves Santo.
-Acompañar y custodiar a las Imágenes en las procesiones de la Semana Santa.
-Estar a disposición del Sacerdote del Pueblo para los actos que se celebren.

Las personas comprometidas en la actualidad somos:

HONORIO ROMERA ARROYO
ANGEL ALVAREZ ALVAREZ
FAUSTO RAMOS LÓPEZ
ERNESTO RODRÍGUEZ JARILLO
ANTONIO SANTOS ARROYO
ANTONIO DOMÍNGUEZ GONZÁLEZ
JOSÉ A. FELIÚ GARCÍA
JUAN A. JARILLO GARCÍA
JUAN A. ROMERA RAMOS
AUGUSTO MUÑOZ RODRÍGUEZ
IGNACIO JARILLO RODRÍGUEZ
JESÚS GARCÍA RODRÍGUEZ

SUPLENTES

JESÚS MENDOZA MENDOZA
JOSÉ MONJE GARCÍA

En la actualidad, los 12 Discípulos, comenzamos el Jueves Santo por la mañana, colocando en las andas las imágenes que la noche del Jueves y Viernes Santo se van a sacar en procesión por las calles del Pueblo.

Colocamos las sillas en el Altar, los bancos de la Iglesia, preparamos el pan, las velas, los cestillos y, nos repartimos las preces que cada uno vamos hacer en la Misa. Al mediodía comemos juntos los 12 Discípulos y el Sacerdote, normalmente lo hacemos en la casa de la Cultura.

Por la tarde todos con nuestra Capa, nos juntamos en la Iglesia para asistir a la Misa y Actos religiosos; nos colocamos SEIS a cada lado del Altar y durante la celebración de la Misa tiene lugar el LAVATORIO DE LOS PIES por parte del Sacerdote a cada uno de los discípulos. También nos encargamos durante los Actos de hacer todas las lecturas, las ofrendas, pedimos con los cestillos y hacemos cada uno una petición, por lo tanto participamos todos.

Al finalizar los Actos religiosos, el Sacerdote nos reparte el PAN (que ese día por la mañana, previo encargo, nos han hecho en la Tahona), un pan especial que esté hecho con levadura sin fermentar y muchos anises; y que, a continuación casi sin salir de la Iglesia repartimos entre todos los asistentes, para que lo pruebe todo el personal.

En la procesión del Jueves Santo por la noche, la Virgen va en procesión, por unas calles del pueblo acompañada por las Mujeres y SEIS discípulos; y el Cristo por otras calles acompañado por los Hombres, el Sacerdote y otros SEIS discípulos, para juntarse todos en la Plazoleta de la Cruz Nueva, y desde allí todos en procesión hasta la Iglesia.

En la procesión del Viernes por la noche va todo el personal junto, el Sacerdote y los 12 "Discípulos" (siempre con nuestra capa) acompañamos a la última imagen, colocándonos SEIS a cada lado. En esta procesión, llamada "del Silencio" , intentamos recabar algún tambor para que acompañe con su redoble, desde el comienzo hasta el final de la procesión.

Angel Alvarez

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LOS QUINCALLEROS          

 

Los quincalleros eran grupos nómadas, herederos de un antiquísimo oficio: el trabajo del metal. De origen centroeuropeo, conocían bien el trabajo del hierro, latón, bronce y otros metales. Trabajaban con un hornillo y un soldador que llevaban ya caliente y a punto para su uso. Cuando llegaban a una población recorrían las calles anunciando su oficio-¡¡Se arregla platos, sartenes, faroles, peroles.... !!

Llevaban sujeta al hombro con una correa una caja de madera con todo lo necesario para cualquier remiendo. Reparaban los cacharros de metal. Si se trataba de un agujero grande remachaban un remiendo; que era pequeño se soldaba con estaño. También las vasijas y utensilios de barro o loza, en este caso con cibicas.

La pobreza de entonces era tal que cuando se rompía un plato en la casa era casi una desgracia; lo guardaban y cuando llegaban los cibiqueros lo llevaban a arreglar por una perra chica (cinco céntimos). La reparación se hacía poniendo una pasta en el borde de los trozos rotos y haciendo con un berbiquí un pequeño agujero a cada lado. Se unía los fragmentos y se reforzaba con una cibica - de ahí el nombre cibiqueros - especie de grapa construida con el alicate a la medida de los agujeritos y que se introducían en ellos con un martillo pequeño.

Más tarde vinieron otros vendiendo toda clase de cacharros de hierro: sartenes, peroles, calderos de cobre, candiles, faroles de hojalata, etc. Con mucho arte manejaban una sartén y un martillo, a modo de reclamo, repicando en el mango de la sartén y pregonando su mercancía. También en esos tiempos venían los húngaros con osos, monos, camellos y cabras. Acampaban a las afueras del pueblo y al anochecer hacían circo en la plaza. La gente acudía con su silla a ver el gran espectáculo. Cobraban la voluntad, de vez en cuando pasaban una especie de trompeta, un tubo largo que llegaba hasta las filas de atrás para que se les echara alguna perrilla.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PINTAR BIGOTES           

 

En el verano, cuando apretaba el calor , a muchos niños y no tan niños nos apetecía dormir en las eras. Era en ese momento cuando se tenia que tener cuidado, de no decir a nadie donde iba uno a mirar las estrellas.
En caso de no haber sido discreto, uno amanecía con el bigote bien crecidito, no de pelo sino muy bien pintado de grasa de carro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA RONDA                   

 

Al igual que en muchos pueblos, los forasteros que tenían novia en el pueblo debían de pagar una ronda en la taberna a los quintos de aquel año. La exigencia de la ronda dependía de la categoría de los novios. La ronda la solía cobrar el mozo mas viejo, y si no se pagaba se corría el riesgo de terminar en el pilón.
"Si a pueblo forastero vas a pretender, o vas a pegarla o a que te la den".

El moceton de Jaimito
dice que le importa un pito
casarse o seguir soltero
mientras le caiga el chupito
del incauto forastero.........
Es costumbre, por supuesto,
en Peraleda o Garvin,
para cobrar este impuesto,
el que lo cobre el mas viejo
el honrado,no el ruin.

D.Pedro Lozoyo Espuela

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LANZAR LA BARRA            

 

Se trata de lanzar lo más lejos posible una barra de hierro de unos cinco kilos y menor de un metro de largo, de manera que no de vueltas en el aire y que caiga de punta en el suelo, sino el tiro es nulo. Reúne el juego fuerza y agilidad para que un tiro sea bueno. Se practicaba en la plaza del mismo nombre, en fiestas y festivos.

El día 26 de Agosto de 1.989, la peña "El Remolino", recuperó este antiguo deporte. La cita tuvo lugar en el parque de "las eras", y el cuadro de honor lo formaron.:

1º Daniel Pimentel.....23,40 m.
2º Jose Monge............21,00 m
3º J. Jose Dorado.......21,00 m


El lanzamiento de barra, fue un deporte popularísimo, en el País Vasco hoy prácticamente en desuso. Esta modalidad deportiva estuvo a punto de estar presente en los juegos Olímpicos de 1936, en Berlín, comenzó a languidecer a partir de 1956, y hoy es el día que no ha levantado cabeza.

El vasco utilizaba la palanka como instrumento de trabajo en las canteras. Los forzudos no sólo lanzaban la barra vasca sino que competían en el lanzamiento de la makilla(bastón vasco),la piértagay la gezia(dardo militar).

El palankari antiguamente era todo un forzudo que dio un estilo propio al lanzamiento del que conocemos 7 formas de las que imperaron 3 como obligatorias : a pie libre, pie encadenado, con línea, sin línea y las "tradicionalmente obligadas" de a pecho (bularrez, zuzenkarra), a la media vuelta (biraka, jira erdian) y por debajo de las piernas (ankape, iztarpe).

El campo de lanzamiento era la campa ; después los campos de fútbol e inclusive la playa .

FORMAS DE LANZAMIENTO

"Bularrez"(a pecho).Se coloca el pie derecho tocando la raya (este pie permanece inmóvil) , se sujeta la barra por el centro con la parte pesada de la barra hacia arriba y se extiende el brazo: hecho el giro semicircular para el impulso , se lanza la barra, que deberá caer al suelo de punta y por el lado más grueso, para que el lanzamiento sea válido.

"Biraka"( a media vuelta ). El lanzador se sitúa a unos metros de la barra y se acerca a la misma girando para coger impulso y , en cuanto llega a la línea , lanza la barra .

"Ankape"(bajo piernas ) . Separadas las piernas, se balancea la palanka hasta coger impulso para lanzarla con fuerza.

La palanka es de distintas medidas y pesos . Las más usuales son de 8, 10, 12, 25 libras (la libra tiene medio kilo aproximadamente). Antes de lanzar la palanka, los tiradores la mojan con agua o aceite, para que deslice mejor en la mano.

¡¡Amplia plaza de la Barra!!,donde Pedro Ruiz lanzaba de hierro pesada barra y en la tierra la clavaba.

D. Pedro Lozoyo Espuela

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EL CARBONEO               

 

Carbón, Carbón, Carbón.... 
Carbón de encina y picón. 
Carbón de encina, 
picón de olivo. 
Niña bonita, 
vente conmigo.......

CANCIÓN POPULAR

Poned sobre los campos 
un carbonero,
un sabio y un poeta.
Veréis cómo el poeta admira y calla, 
el sabio mira y piensa...
Seguramente,el carbonero 
busca las moras o las setas.
Llevadlos al teatro
y sólo el carbonero no bosteza.
Quien prefiere lo vivo a lo pintado 
es el hombre que piensa, canta o sueña. 
El carbonero tiene llena de fantasías la cabeza.

Proverbios y Cantares
Antonio Machado


El carbonero por las esquinas
va pregonando carbón de encina.
Carbón de encina, cisco de roble 
la confianza no está en los hombres. 
No está en los hombres, ni en las mujeres
 que está en el tronco de los laureles. 

CANCIÓN POPULAR

 

Mi objetivo con este pequeño trabajo es dar a conocer el desaparecido oficio de carbonero.
En nuestra zona tuvo una gran tradición. La elaboración artesanal del carbón se transmitió de generación en generación hasta nuestros días, sin embargo, los orígenes de este antiquísimo proceso se pierden en la historia.

Las ferrerías fueron las principales consumidoras de carbón (materia prima imprescindible para la fundición de hierro) por lo que se las denominó "Devoradoras de bosques".

A finales del S. XIX las ferrerías iniciaron su declive, dejaron de ser competitivas y su producción disminuyó notablemente.

En la década de los años cuarenta, y para la obtención de gas, se incrementó la producción y el consumo de carbón, debido a la escasez de gasolina y a la necesidad de encontrar un sustituto para poner en funcionamiento los vehículos a motor. En los años cincuenta la utilización del carbón disminuyó considerablemente hasta prácticamente desaparecer en los años sesenta.

LA VIDA DEL CARBONERO

 

El carbonero desarrollaba un trabajo muy duro bajo situaciones meteorológicas de todo tipo. Durante la elaboración del carbón no había tiempo para el descanso ni el sueño. Tanto de día como de noche el carbonero debía controlar varias hornos que se encontraban en diferentes fases del proceso, lo que exigía una vigilancia continua.

En nuestras dehesas todos los años se hacían grandes hornadas de carbón. En cada una de ellas periódicamente se podaban los árboles y se entresacaba los que por falta de vigor o proximidad a otros árboles no parecían crecer bien. Con la leña producto de la poda y la tala de árboles viejos o defectuosos se producía carbón.

PROCESO PARA LA OBTENCIÓN DE CARBÓN VEGETAL
Preparación de la leña

Primero pasa el guarda de la finca y señala los árboles que hay que arrancar en el distrito que toca podar. Hecho esto pasa la cuadrilla de cortadores y arrancadores, a los que siguen despicadores y serradores. Los cortadores con sus hachas bien afiladas subirán al árbol y sin más apoyo que las propias ramas cortarán las que haya que podar. La cuadrilla va por parejas, si la cuadrilla es - por ejemplo - de diez hombres, cogerán una hucha de cinco árboles. uno por cada dos cortadores.

Los arrancadores van en grupos de 4 ó 5. Con la "cavaera" descuajan y cortan las raíces haciendo un enorme hoyo y dejando a la encina o alcornoque descarnada. Tiran entonces de ella con una soga resistente hasta echar el árbol abajo. La caída del árbol se celebra con gritos y desplantes como si de un gigante se tratara.

Detrás va la cuadrilla de despicadores, cortando en trozos manejables los troncos que han dejado los anteriores y separando los palos gordos de las taramas. Por último pasan los serradores partiendo en trozos pequeños lo que han dejado los despicadores.

Los hombres encabezados por el manijero - el capataz - estaban en el corte al clarear el día. Antes de empezar el trabajo se hacía una gran hoguera y el manijero designaba a uno de los jornaleros - generalmente un muchacho, o el más débil, o el más viejo - como ranchero, aguador y burrero. Cuando salía el sol el manijero daba la voz ¡ A trabajar ! y todo el mundo se ponía a trabajar. Sobre las diez el manijero daba una nueva voz ¡A almorzar!, y todos corrían porque no sólo tenían que hacer las sopas del almuerzo y comerlas sino, además, preparar el puchero para la comida del mediodía. El manijero señalaba el final del tiempo libre , ¡A trabajar!, y todo el mundo volvía al trabajo.

El ranchero se encargaba de echar agua a los pucheros de todos y remover la comida si era necesario para que no se quemara ni pegase. Si había que añadir carne, tocino y otra cosa no lo hacía el ranchero sino el propio interesado en el tiempo del próximo cigarrillo que será alrededor de las once.

A mediodía el descanso para comer es más largo. Por la tarde se hace un par de pausas para tabaco y a la puesta de sol se acaba la jornada. En aquellos tiempos el tabaco se vendía en cajas de picadura listo para liar. Los hombres lo llevaban en una petaca de cuero endurecido y también llevaban un librillo de papel de fumar. El tiempo de descanso era aproximadamente el que se tardaba en liar el cigarrillo, encenderlo - que como se verá más adelante no era tarea fácil antes de la aparición del encendedor - y fumarlo.

De vez en cuando alguien dice ¡Agua al corte! y el aguador con un cántaro de barro y una medida llevará el agua al que la ha pedido. A éste no le está permitido dejar agua en la medida ( que es un vaso de hojalata, con asa ) porque todos tienen que beber en el mismo recipiente.

Podría ocurrir que un trabajador tenga que hacer sus necesidades y por descuido o torpeza lo haga por delante del corte, es decir, en la zona que aún no se ha trabajado y por la que se pasará después. Si alguien lo ve comenzará a rebuznar y a pedir un burro. En el próximo descanso todos los jóvenes se movilizan para embromar al despistado. Unos lo cogerán por los brazos, otros por las piernas y uno de ellos se erige en burro, con un pedazo de leño entre las piernas y siempre rebuznando le dará al infractor unos buenos zurriagazos en el trasero. Algunas otras infracciones pueden castigarse del mismo modo. Los más mayores o los que no quieren intervenir se quitan la gorra o se la ponen del revés en señal de conformidad con lo que se está haciendo.

Pasadas las cuatro cuadrillas - cortadores, arrancadores, despicadores y serradores - la leña está picada y comienza el rodeo, que siempre se realizaba con zorras - carretas de ruedas muy pequeñas tiradas por bueyes - que por ser tan bajas eran fáciles de cargar y casi imposibles de volcar. Estas carretas llevaban la leña por sierras y llanos hasta el lugar donde se iba a hacer la carbonera. Allí el carbonero colocaba los palos y troncos de punta dando la forma redonda a semejanza de un chozo grande.

Cuando trabajaba en un monte de robles, hayas o castaños, donde confiaba permanecer un periodo de tiempo largo, fabricaba una cabaña con piedra en la base y madera en el tejado, sobre esta madera colocaba césped (la parte terrosa hacia el exterior y la hierba en contacto con la madera) y por último, una capa de cisco que facilitaba el deslizamiento del agua por la cubierta. Sin embargo, en lugares donde la estancia sería breve, el refugio se construía en madera y con una cubierta de helechos.

La alimentación no era variada. Por la mañana tomaba tocino frito; al mediodía, cocido de habas o alubias con tocino cocido y; por la noche, patatas cocidas con tocino frito, siempre acompañado de pan y agua. En ocasiones se sustituía el tocino por cecina (carne de oveja o cabra en salmuera). En Otoño la dieta se ampliaba con castañas y pimientos, y en Invierno solo se hacían dos comidas.

El lugar de trabajo era el monte y como el mismo monte sufrían las inclemencias del clima. Estos hombres eran grandes observadores de las aves, el viento, las nubes y de todo aquello que pudiera ofrecerles alguna información sobre el tiempo que padecerían. Por esto queremos reflejar aquí algunos de sus refranes y conclusiones, fruto de la sabiduría popular y de sus propias experiencias:

Preparación del suelo del horno

 

Antes de recoger la leña había que elegir y preparar el suelo destinado a la elaboración del carbón. El suelo de elección sería aquel sobre el que ya se hubiera producido carbón, previa limpieza y reparación si fuera necesario.
En el caso de que el suelo se preparara por primera vez y se tratara de una ladera, había que retirar la tierra de la parte alta y colocarla en la zona baja hasta conseguir una superficie plana. Para sujetar esta tierra se construía una pared o seto (trenzado de varas y estacas).

Posteriormente había que compactar el suelo mediante el apisonado de la tierra para imposibilitar la entrada de aire a través del suelo, ya que si existieran corrientes sería muy difícil controlar el fuego durante la carbonización. La forma del suelo preparado era circular.

HERRAMIENTAS DEL CARBONERO

 

Fig. A.-Picacho
Fig. B.-Mandarria
Fig. C.-Rodillo
Fig. D.- Cardillo
Fig. E.- Barnero
Fig. F.- Burro
Fig.G.-Tronzador
Fig. H.- Hacha
Fig. I.- Porra
Fig. J.- Cuñas

 

Fig. K.- Pico
Fig. L.- Pala
Fig. M.- Sarda
Fig. N.- Criba
Fig. O.- Rastrillo
Fig. P.- Escalera
Fig. Q.- Hoz
Fig. R.- Cesto
Fig. S.- Azada 
Recogida o acarreo de la leña hasta el suelo de hoya

 

Para transportar troncos de robles, castaño, etc, se utilizaban bueyes; unas veces provistos de cadenas que arrastraban los troncos sin cortar y; otras, provistos de un carro que llevaba el tronco ya cortado. Pero esta forma de acarreo generalmente no era viable por lo que se llevaba "a hombros" en la mayoría de los casos.

"A hombros" se transportaba la leña tanto cortada como sin cortar. Para recoger la partida se empleaba un instrumento llamado "burro" (Fig. F). Este se realizaba con una madera cilíndrica de 80 cm. de longitud y 10 cm. de grosor. Sobre este cilindro y a 10 cm. de sus extremos se hacían cuatro agujeros inclinados, dos a cada lado. En estos agujeros se colocaban cuatro palos de 50 cm. de longitud y 4 cm. de grosor, formando una V. En la parte opuesta y a 30 cm. de uno de los extremos se realizaba un agujero, esta vez vertical, en el que se introducía un palo de 1 m. de longitud, que serviría de agarradero. El carbonero apoyaba el mango en el suelo, con una mano lo sujetaba y con la otra lo cargaba de leña. Al encontrarse la carga ya a 1 m. de altura, llevarlo hasta el hombro resultaba fácil.

Longitud y grosor de la leña para formar la hoya

 

La leña se apoyaba sobre un picadero (tronco de 20 cm. de grosor y 1 m. de altura) y se cortaba con una longitud de 80 cm. mas o menos. Se procuraba conseguir leñas rectas a ser posible para facilitar el posterior armado de la hoya.

Los troncos de roble, etc, se cortaban con tronzador (Fig. G) con una longitud de 80 cm. y posteriormente con porras (Fig. I) y cuñas (Fig. J) de hierro se abrían para disminuir su grosor. El grosor a conseguir dependía del tamaño de las hoyas que se fueran a construir. En ocasiones se utilizaban "cabezas" (parte superior del tronco del árbol trasmocho), pero para esto era necesario que el acceso de los carros fuera posible.

Armado del horno

 

Amontonada la leña procurará el carbonero experto rellenar los huecos con los palos más menudos dejando bien lisa y redonda la superficie del horno. Encima le echará una capa de: escobas, juncos, jaras o lo que más a mano tenga. Cubre después todo con una capa de tierra y pone unos leños en forma de escalera para poder subir y andar por el horno. Y ya sólo hay que esperar.

Se hace varios hornos, dependiendo de la cantidad de leña que haya que carbonizar. Se construye los hornos a pocos metros unos de otros. El carbonero prende fuego a los hornos y comienza la combustión parcial de la leña. Para controlarla, el carbonero tendrá un tizonero que no es más que una vara larga con la que puede pinchar la superficie del horno y abrir huecos - lumbreras - por los que entrando el aire avivará la combustión. El carbonero por las noches saldrá del chozo y vigilará que todo esté en orden. La actividad es peligrosa y hay que saber atacar el horno sin romperlo y mantener la cocción uniforme. Más de una vez ha sucedido que el horno se trague al carbonero y haya muerto abrasado.

El tiempo de cocción depende de la forma de trabajar de los carboneros o del tiempo que hayan invertido en aligerar el horno ya que por medio de las lumbreras - tomas de aire - puede cocerse antes o después. El carbonero que examina continuamente el horno con su tizonero y ve como baja su volumen sabe cuando el carbón está hecho. Entonces tapa completamente todos los agujeros, toda la 'respiración' del horno. Al no tener ninguna toma de aire en dos o tres días se apagará.

Se abre entonces el horno en círculos formando dos ó tres anillos, para que se enfríe y debe vigilarse un par de días por si reavivara algún foco de lumbre y apagarlo. Así ha quedado el carbón listo para su venta, vendrán los mayoristas que lo llevarán para surtir las cocinas de España, que hasta finales de la primera mitad del siglo XX eran casi todas de carbón, las locomotoras, las calderas de los barcos, etc.

Terminada y abandonada la carbonera en los asientos aún quedaba algo de carbón muy menudo llamado carbonilla, que normalmente recogían las mujeres y hombres sin trabajo, escarbando la tierra quemada. La vendían para uso en las cocinas del pueblo con lo que sacaban su jornal.

Había también quien se dedicaba a hacer picón, que obtenían quemando leña menuda que en seguida apagaban con agua. Se ganaban un jornal con dos ó tres sacos de picón. El picón se usaba - y se sigue usando - para los braseros en invierno.

Los carboneros pasaban temporadas en los montes preparando el carbón vegetal. Para ello calentaban la leña en lugares cubiertos de material no combustible para evitar el contacto con el aire. La leña se amontonaba y se cubría de tierra, barro o piedras y de polvo de carbón, en una especie de hornos en forma de cabaña, con una chimenea de troncos verticales en el centro, comunicada con el exterior por una abertura. El carbonero encendía el fuego en la chimenea durante unas horas hasta que la combustión se traspasaba a la leña que rodeaba la chimenea; debía efectuarse muy lentamente y calentarse a una temperatura no muy alta (a unos ciento cincuenta grados). Una vez habían prendido los trozos de leña cercanos a la chimenea se tapaba el agujero superior de la chimenea (que constituía el vértice del improvisado horno) y se abrían unos agujeros laterales para ir extendiendo la combustión de arriba hacia abajo, cerrando unos agujeros y abriendo otros según la marcha de la combustión, que conocían por las características del humo. Los carboneros actuaban principalmente en invierno y utilizaban la madera de los bosques, con diversas especies: los robles, las encinas, los abetos, los pinos, las hayas, los fresnos, los álamos y los abedules entre otros. Se cree que los carboneros vascones no obtenían otros productos secundarios en la carbonización. Durante su actividad vivían en el bosque en cabañas que se construían ellos mismos; cuando habían recogido suficiente carbón, lo cargaban en su carro, o en carromatos llevados al efecto, para servir como combustible en las grandes propiedades, o para la venta.

Una vez limpio el suelo y colocada la leña en los alrededores de la hoya a construir, comenzaba la fase de armado.
En primer lugar, se clavaba un palo verticalmente en el centro del ruedo. Su longitud podía variar entre 3 y 6 m. y su grosor entre 10 y 15 cm., dependiendo del tamaño de la hoya que podía tener un diámetro de base de 4 a 10 m. y una altura de 2 a 5 m.
En segundo lugar, se colocaba la leña alrededor del palo formando un cono y procurando que quedara uniformemente distribuida para que de este modo se redujera el número de "enchiduras" (hundimiento de la corteza) durante la cocción. En último lugar se disponía la leña de menor grosor.

Tapado o cubierta

 

La cubierta es la barrera física que aísla la madera del exterior para que el oxígeno del aire no la incendie. Esto es básico para la correcta carbonización, que no es más que la combustión lenta e incompleta de la madera.

Sobre la hoya se colocaba una capa de helecho generalmente, aunque también se utilizaba hierba, musgo, hojarasca, césped, etc... En este momento se procedía a la extracción del palo que se había colocado en el centro y se taponaba el agujero (futura chimenea) con helecho para impedir la entrada de tierra de la última capa. Esta tierra debía ser muy fina por lo que en ocasiones había que cribarla. La mejor tierra era el "cisco" (tierra quemada con la que ya se había hecho carbón). Jamás se utilizaba tierra arcillosa.

Mientras la hoya estuviera ardiendo era fundamental contar en sus cercanías con cisco, helecho, tierra, hierba y leña en pequeños trozos para subsanar las "enchiduras" que pudieran ir apareciendo.

También era necesario fabricar un anillo a base de helechos a unos 80 cm. del suelo y siguiendo todo el perímetro de la hoya con el fin de sujetar la tierra de la parte alta de la hoya (corona) debido a la gran pendiente que ésta presentaba. Con este mismo objetivo y como alternativa, también podía construírse un instrumento formado por palos horizontales sujetos a otros verticales.

Encendido del horno

Cerca de la hoya se encendía una pequeña hoguera, la brasa obtenida junto a unos pequeños trozos de leña se iban introduciendo con la ayuda de una pala (Fig. L) a través de la chimenea. Con un "barnero" (vara de 3 ó 4 m. de longitud y de 5 a 8 cm. de grosor, fig. E) se adentraban las brasas y leñas hasta alcanzar el fuego con la fuerza suficiente para no extinguirse en el momento de tapar la chimenea. La intensidad deseada del fuego se reconocía al aflorar éste por encima de la cubierta. El tiempo transcurrido dependía de la humedad de la leña, su grosor, tamaño de la hoya, etc, oscilando entre 30 y 60 minutos.

En este punto se procedía al tapado de la chimenea, primero con cesped o helechos, y más tarde con cisco. En este instante el humo, que era azulado, se tornaba blanco y denso (vapor) debido al proceso de secado que sufría la leña.

A partir de ahora la vigilancia debía ser exhaustiva, sobre todo, durante las primeras ocho a diez horas, tiempo necesario para "entrar en carbón" (momento en que comenzaba la carbonización de la corona). Durante la carbonización la leña iba perdiendo volumen por lo que había que golpearla con la "mandarria" (pala de madera de cierto peso, fig. B) y de esta forma compactar el carbón ya hecho y reducir los huecos que se producían.

Uno de los factores más importantes a tener en cuenta era la intensidad del fuego. Si la cocción era demasiado rápida, el carbón se quemaría, obteniendo carbonilla. Si la cocción era demasiado lenta, el carbón tendrá zonas mal cocidas, consiguiendo tizos (leña de carbonización incompleta). Por estas razones, el carbonero tenía que abrir agujeros de ventilación en aquellas partes con menor temperatura y taponar las zonas con mayor temperatura, procurando alcanzar una intensidad homogénea del fuego en las diferentes alturas de la hoya.

La carbonización se desarrollaba de arriba a abajo y del centro hacia la superficie. El tiempo de duración de este proceso era de cinco, diez, quince o más días en función del tamaño de la hoya.

Enfriado de la hoya

 

Una vez terminada la cocción se procedía a "resfríar" la hoya. En primer lugar, se quitaba la cubierta de helechos no quemados con la ayuda de un rastrillo (Fig. O) de púas cortas. En segundo lugar, y con un "rodillo" (instrumento de madera en forma de media luna, parecido al rastrillo pero sin púas, fig. C) se removía la tierra quemada (cisco) con el fin de cerrar los poros de ventilación, así se apagarían los pequeños focos de fuego que todaván quedaran en el interior.

Pasadas unas horas en las que se dejaba la hoya en reposo, se hacía la primera extracción con el "picacho" (instrumento con mango de madera y dos finas púas de hierro en formas de U de unos 20 cm. de longitud, (fig. A) y se extendía el carbón con el "cardillo" (instrumento parecido al rastrillo pero con púas más largas, (fig. D). El carbón debía permanecer extendido durante horas para asegurarse de que el fuego no se escondiera en su interior. La hoya volvía a ser tapada y el proceso se repetía de igual manera sucesivamente.

En verano este trabajo se realizaba al amanecer o durante la puesta de sol, ya que el calor del carbón sumado al calor del sol hacía la labor muy dura.

Envasado

 

El envasado era realizado por los propios carboneros aunque excepcionalmente lo hiciera el dueño o el contratista (intermediario entre carbonero y ferrería).

Cuando el contrato se hacía por "cargas" se compraba el carbón por un volumen estándar que venía dado por el tamaño de dos sacos. Estos sacos eran proporcionados por el dueño o el contratista, pero si el carbonero creía que los sacos no se ajustaban a la medida establecida, acudía al Ayuntamiento para cerciorarse. Este volumen correspondía a un peso de 50 Kg.

Para el envasado el carbón más grueso se colocaba sobre un saco tendido en el suelo. Luego, cogiéndolo por las cuatro puntas se dejaba deslizar el carbón en el envase o saco. El carbón más menudo se pasaba por una criba (Fig. N) para limpiarlo de impurezas y ya podía introducirse con el resto del carbón grueso. En este sistema de "cargas" era importante mantener el volumen y por ello, en ocasiones los carbones gruesos se incorporaban a mano. Una vez lleno el saco, el comprador revisaba si el volumen era el exigido y para comprobarlo, lo levantaba dando un giro a derecha e izquierda y un pequeño golpe en el suelo.

A partir de los años cuarenta la venta comenzó a hacerse por peso. En este caso el envasado del carbón más grueso se hacía mediante la "sarda" (instrumento con mango de madera y extremo en forma de pala con púas de hierro, fig. M) y el carbón más fino por el medio de la criba.

Ya envasado y dado el visto bueno se colocaban unos helechos o unas puntas de borta sobre el carbón y se comenzaba a "chapar" (cerrar) el saco. Para esto se hacía pasar una cuerda a modo de pespunte por el perímetro de la boca del saco.

La vida del carbonero y proceso para la obtención de carbón vegetal Para terminar portaban los sacos por parejas "a hombros" y los llevaban hasta el "cargue" (lugar al que podía acceder el carretero). Esta tarea era muy dura porque la distancia que había que recorrer era grande en la mayoría de los casos. Con esta labor finalizaba el trabajo del carbonero.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA FERIA DEL REMOLINO           

 

 

En la revista que publica la Peña El Remolino, en su numero XV se encuentra un articulo en el cual se relata, como nació la feria del Remolino.

En el libro de sesiones celebrada por este Ayuntamiento de Valdelacasa De Tajo, la correspondiente al año 1906, en su folio 56 vuelto y siguiente, se encuentra entre otros particulares lo siguiente.:

"El Sr. presidente manifestó que, como ya consta a los Sres. Concejales, todos los años al terminarse la recolección de cereales en este pueblo, concurren algunos forasteros con sus ganados de cerda y mulares a venderlos y particularmente en los dos últimos años se han verificado bastantes transacciones, por lo que parecía conveniente se anunciara la celebración de una feria en esta localidad, donde seguramente concurrirían los de los pueblos vecinos y con el tiempo podría ser un recurso no despreciable para este municipio.

Además de las ventajas que proporciona la concurrencia de forasteros; por lo que, sometida dicha proposición a la aprobación de la Corporación, se la creía conveniente. Se acuerda por unanimidad la celebración de una feria en este pueblo los días 29 y 30 del mes de Agosto, empezando por este año.

Para ello se señala para rodeo del ganado que pueda concurrir los sitios de las Eras de la Laguna y Revuelo, donde existen abrevaderos, sin que por ahora sean objeto de gravamen de clase alguna, a los que se les facilitarán pastos gratuitos en las propiedades de este municipio y en las particulares que lo permitan sus dueños a cuyo efecto se han ofrecido bastantes al municipio.
Que se anuncie por medio de edictos o anuncios en los pueblos inmediatos, así como también en el "Boletín Oficial de la Provincia ", poniéndolo además en conocimiento del Sr. Gobernador Civil, según esta prescrito".